Óyeme tristeza, voy a hablar con murallas,
con altas barricadas de espinos hablaré
para que tu gélida hueste que traes pegada
no entre otra vez a mi jardín pisando flores.
¡No! ¡No pasarás a mi baluarte de esmeros hecho
y no serás sirena traidora para este marinero!
Yo me río por tus lluvias que me bañan entero
y descargo mi pecho de tus sanguijuelas penas.
Porque eres la medusa para los sentimientos.
El bicho más fiero que pueda plantarse en el pecho.
Haces poner de rodillas peor que el castigo de Sísifo
y a más de uno te habrás llevado al deshecho.
Por eso de aquel lado del abismo te quedas
desterrada estás de todo paraíso, tinta de lamento.
No te saciarás nuevamente con una lágrima más
y no te comerás mi pecho ni un solo momento.
Por eso te advierto: ¡No volverás a abrazarme!
Y si llegaras a pisar las flores de mi huerto
te tiraré dos lágrimas como hueso a los perros
y sonreiré vivamente ahogándote en tu desierto.