He perdido las albas de tanto dormirme
al final de las horas soñando tus manos
junto a las mías en la soledad del mundo.
Las mañanas me recuerdan
a dos flores que despiertan en un tallo
y al canto unificado de las aves.
Todo en el alba encuentra un beso para dar
pero yo que no te sé, yo que no te encuentro,
yo solo puedo besar la soledad del sol
y mi beso muere al caducar la tarde.
Por eso en las mañanas no me gusta despertar
ni tampoco esperarlas inútilmente vacío.
Desde mi escritorio la noche mengua escenarios.
Se diezman las estrellas en las luces de la calle.
¿Cuantos silencios tuyos soportara mi memoria?
¿En cuántos vacíos se alternará tu figura?
La oscuridad te trae en su nube desgarrante
y mi tristeza te desea en esta niebla circular.
Ya se acerca la hora del alba, ausencia,
los primeros besos se comienzan a entregar
y como yo no puedo darte los míos, distante,
las sombras y el sueño los consumarán
hasta que un día junto con ellos, soñada,
yo el tan olvidado amanecer te pueda regalar.