Viene hasta mí la sonrisa escondida,
los ojos que me olvido como son, como fueron,
el relámpago cobrizo de su pelo.
Algunas veces le hago canto.
Otras veces reparo el temblor de la distancia.
Se abren las cuerdas de mis manos.
Los pies quieren saber que duelen cuando bailan.
Da un giro de estrella de la tarde. Susurra.
Es la brisa de su cuello, de su frente de nube.
La mitad de mi cara espera, la otra siente, sueña.
Amo el crepúsculo de su cabello,
el revuelo de su cuerpo, la fuerza de su calma.
Todo da vueltas y se hunde en ella.
Y es aire, y es tierra, y es verdad y es incierta.
Suave curiosidad mía de su voz supuesta.
Se esconde tras los cerros la luz roja de la tarde.
Vuelve ella como un relámpago cobrizo al aire
y en mí se queda el sueño de un beso indescifrable.