Difícil se hace poder hacer algo en estos estados inclementes. Uno se siente como un trago de agua: abjurado de todo el color que el mundo sonríe, desenfocado, con los contornos borrosos y la voluntad diluida; extinguido de aromas, de perfumes y de olores, las cualidades más etimológicas de las cosas y las imágenes; ausente de sabor, quitado de la lengua del mundo. ¿Qué se puede hacer con un cuerpo que navega suspendido entre la ausencia? ¿Qué se puede hacer con un cerebro enlaberintado de paredes vacías y pasillos estériles? Se quisiera decir al carajo con todo, pero al carajo con nada. Entre elásticos transparentes cuelga todo el ser nadado de sueños paralíticos. Todo el ser bebido por sí mismo y por su vana y tersa superficie soplada, eludida, tragada como agua. Todo el ser incoloro, inodoro, insípido.