Tu cuerpo se divierte destronando los días
y abre una brecha entre el delirio y la melancolía.
En tus manos rojas se desarma el alba
y la noche de racimos sirvientes lava
con su cuerpo, tus pies y sus pisadas.
Te pusiste de adornos al tiempo, a la nada.
La llama de tus cabellos alcanza el silencio,
mis soledades, mis horas aciagas.
Intento esquivarte fallidamente.
Has venido sobre todas las cosas.
¿Por qué no te vi antes girando en ellas?
¿Por qué recién ahora entre los rostros,
sobre los suelos del universo,
entre el vacío de los sueños, entre las gotas,
entre lo lleno, lo invisible, la nada?
¿Qué impones? ¿Qué esencia?
Todo lo dominas, todo lo consumes, todo lo abrazas.
Déjame aunque sea una piedra, una mirada,
una hoja amarilla, una lágrima que no sea tuya.
Dueña de los colores, de los perfumes, de las ruinas,
de las suavidades, de los sabores, de los fantasmas.