Dejen de decir “Te amo”, no me hagan más difícil mi trabajo de barrendero: cada vez que salgo en la madrugada tengo que andar embolsando los “te amo” que se tiran como otoño. Tengo que andar levantando todos los pedazos del amor, que por culpa de ustedes se va desarmando a cada cuadra que limpio. Cada vez que dicen creer estar enamorados, sea por chamuyo, por ingenuidad o por principiantes, el amor va corriendo astralmente, placentero, lleno de capullos y con el valor floreciendo, y cuando llega ¡pum! un tiro en la frente porque a los dos días te volviste a enamorar de otra, y el amor va de nuevo curándose hasta vos y ¡pum!: otro tiro en las rodillas. Es molesto tener que salir a barrer los pedazos de amor que van tirando. Se empeñan en usarlo como escudo de su cobardía, se empeñan en meterlo a cada rato junto a los restos de comida. Es molesto tener que salir, en vez de con un carrito con un conteiner a juntar los pedazos supuestos de amor: voy levantando el amor falso en colillas de cigarro; amor con lágrimas de mujer mentida; amor con dureza de un alma engañada; amor en saché, en cáscaras, en vasos de tequila; amor de dos semanas, de un día; amor puesto en los senos, en el salvajismo, en la calentura; amor de a desesperos, de a espantos, de a cobardías. Todos amores falsos, amores truchos, amores de un día, impuestos falsamente en los forros, mientras la ingenuidad se lleva vidas. Pedazos del amor al que llaman tocando el timbre para salir corriendo.