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3 poemas deambulados

A raíz de toda esta contingencia provocada por el estado mundial de cuarentena, muchos proyectos tuvieron que detenerse como nosotros. Por suerte el internet y esta conexión instantánea y omnipresente pueden abolir un poco los contratiempos. Sin más preámbulos dejo a continuación una serie de poemas del libro que (espero dentro de poco) llegará en físico. Pueden leer más de los poemas en la Biblioteca por si gustan.


Conversación contractil

Andaba desvariado por la noche forastera
con un lápiz estancado en la impotencia de mi diestra
y los ojos apiadados en un papel sobre la mesa.
Nada se puede hacer cuando la nada gobierna.
Y un movimiento ondulado, nebuloso
me interrumpió el celado divague hacia la izquierda.

¿Cómo has llegado hasta acá, gusano?
Intentaba dibujar o escribir aunque nada surgiera.
Ella está durmiendo en algún cuarto alejado
y yo aquí intentando algo…
pero en fin, como sea:

¿Qué mano te ha enviado a mi mano
delineando un trayecto de seda y naturaleza?
¿Serás el preludio de la horrible guerra
antes de la crisálida victoria de la paz aérea?

Qué se yo.
De taxonomía (y justo hoy de todo) no tengo idea.
Te llevaré en la hoja de papel hasta la hoja de afuera.
Algún día tendremos nuestro final
que en algún lado espera.

Dile a tus primos subterráneos:
«Me ha perdonado el poeta»
Que sean buenos con mis restos de enamorado.
Que repartan mi carne a las raíces y a la tierra.
Ganaré así la perpetuidad de la piedra atemporal
o subiré con el agua siendo sabia en hojas pasajeras.

Susurraré por el laberinto del barro, el ripio y la arena.
Seré un temblor benigno, un fósil de luna llena.
Y por los cuartos de mis vecinos
en el redondo fin de la estancia eterna
les contaré a mis pares ya sin la carne diferencia
historias, versos, alguna cosa de silencio nueva.

Allá va mi corazón
les diré.
Ahora es tallo, flor, fruto, rama y corteza.
Mis ojos son los de un búho u otro animal
que en el nocturno espacio acecha.
Mis piernas algún muslo tentador;
quizás el de alguna ingenua presa.
Mis manos se derraman por un río hasta las cuencas
de algún mar enarbolado que a las costas besa.

Como verás:
Andaba desvariado por la noche forastera.
Ve, gusano, larva, oruga o lo que fueras.
La noche todavía me pertenece y me espera.
Y si algún día entre tu descendencia me encuentras
trátame con cuidado entre el transcurso de tu seda.
Como en una hoja de papel hacia el mundo de afuera
llévame en tus alas y vuela, vuela, vuela.


Desvarío solitario

Qué sé yo qué hago…
Parece que todo es amargo, que nada florece.
El insomnio se hace largo entre sombras fluorescentes
y yo como un anciano voy encorvado entre los muebles.

Hablo solo, me digo:
«He probado estas noches tantas veces».
El río de Heráclito se ha olvidado del transcurso de mi frente.
Y sólo un Sísifo mal pagado controla el peso de mis sienes.

Trato de dibujar, de escribir lo que se siente,
pero en las vías de mis pasos
se enfrentan dos repetidos trenes:

La locomotora del sueño
de un lado con delirio y muerte viene.
Del otro, el tiempo y sus acoplados
con la presión entre los rieles
me aíslan como a un soldado que en la voluntad se guarece.

Y no sé qué hago…
A veces, me pongo a hablar con la vida y la muerte.
Las siento a ambas en mis rodillas y las hago que se besen.
Yo no participo, claro está,
yo solo veo insistente
y con mi sonajero de huesos les entretengo los dientes.

Me carburo oxidado
 y con mi sangre de aceite
entre el humo y la niebla mi soledad va a su suerte.

No es culpa tuya que yo sea un descerebrado
y que la desquiciada soledad tenga la llave de mi mente.
De alguna forma ella
—que nunca me ha fallado—
me ha dado los mismos ojos que desencriptan torrentes.

No le tengas celos que ninguna te ha celado.
Ellas se van a sus rincones cuando a mi lado vienes.
Porque la vida se hace beso de tiempo inmóvil en tu abrazo
y la soledad la reemplaza en la boca de la muerte.
Las estupideces que digo cuando tu ausencia se siente.

Ya ves, eso es todo lo que hago
cuando no puedo verte.


Dedicamento

“La sombra llega y no espera,
se presenta y no te deja opción”
Kurosawa – Charly García

Voy desde el mercurio a la fuente y caigo y sigo.
A veces a mi puerta llaman los amigos.
Y yo salgo, hablo, desvarió y sonrío.
Aprieto sus manos, sus voces, los abrazo.
Les digo en silencio ¡Qué bueno que han venido!
No escuchan pero sienten.
O por lo menos yo imagino
que tras mis destellos de muerte
saben que son mapa fiel de este perdido.
Me conocen imperfecto, tal cual soy y así mismo
pienso que escuchan lo que en silencio les digo
como yo siento que me hablan adentro mío.

Y tras la noche de nieblas cuando vuelvo a mis ritos
sacándome la máscara perfecta que se merecen, los abrigos,
y las manos despojadas y las hojas sin destino,
descubro en la soledad a este otro de tan caliente inerte, frío.

Por eso casi ya no guardo cubiertos ni milagros.
En mi habitación sólo habito yo y el espejo testigo
con el otro que lleva mi nombre pero es más largo
más apretado, más amado y cercano de tan enemigo.

En la mesa los panes están duros y el hambre esperando.
Los lápices se caen, los trazos van rodando.
¿Será que este oído que te boceta está sordo
o será que el amor anda descalzo? 

El timbre quiebra los huesos de este fallido acto.
Es un amigo que viene con la vida conversando.
Tiene una botella de tiempo en cada mano
y va sirviendo aliento y barandas en cada copa de sus brazos.

Guarda la amistad, guarda su vaso, repito.
Cortarás desiertos en cada esquina de los días
y aquellos pozos te serán proscritos.
Traerán los hombros en las pupilas
y de sus oídos nada saldrá invicto.

Las horas compartidas no se gastan ni olvidan
ni las diluye el horizonte entre el aquí y allá.
Porque la distancia siempre es resumida…
donde quiebre una herida, un amigo estará.