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Textos en cuarentena #1 – Mariposas

—Que bajón que no se pueda salir— le dice él por mensaje.

—Al menos vos no estás encerrado en un monoambientes de dos por dos.

Ella aprieta enviar, se ríe y se levanta a servirse un vaso de agua. Instantáneamente su teléfono vibra, es un jajajaja de esos largos que a veces son innecesarios.

—Por lo menos no hace un calor infernal.

—Menos mal. El punto es que tengo cuatro gatitos recién rescatados y no sé si me va a alcanzar el alimento.

—Si no te alcanza, me arriesgo, salgo y les compro aunque me pare la policía.

—Hernán, no seas tonto, no podés salir.

—No me va a pasar nada, me voy escondiendo.

—No es por la policía, es por el virus, mirá si te agarra… En serio te digo.

—Está bien. No voy a salir, pero conste que dije que te quería ver.

Se hace una leve pausa. Los cuatro gatitos empiezan a maullar. Luego de unos segundos un mensaje de él:

—¿Y si hacemos una videollamada?

El teléfono le suena. Ella atiende. Se lo ve a él recostado en la cama.

—Qué tonto que sos —le dice casi sonrojada.

—Llamo solo porque quiero ver cómo están los gatitos.

Después de un leve recorrido hacia la cucha donde están dormidos él le dice:

—Sabés que hoy me pasó algo muy raro—tose—… Estaba aquí acostado durmiendo la siesta y de repente entra una mariposa y me despierta. Cuestión que me levanto para correrla porque era evidente que era de esas grandes de la humedad y me doy con que si, era una de esas, pero tenía un color rojo intenso, así como mi remera, ¿ves?

—¿Y eso qué tiene de raro?

—Que era roja, pero bien roja, más que mi remera, y no son de ese color.

—Puede haber sido cualquier otro tipo de mariposa, Hernán.

—Puede ser, igual estoy seguro que era una de esas. Pero eso no es todo lo raro, lo raro es que entró, voló un rato y cayó muerta al piso. Y no pasó esto una vez, sino como cuatro veces en toda la tarde, con distintos tipos y tamaños de mariposas, todas rojas.

—Dicen que muchas mariposas solo viven un día, capaz que eran de esas, como los pirpintos.

—¿Qué loco no? Vivir un solo día para buscar a tu pareja.

—A mí me parece un poco poético, volar sin rumbo hasta conseguir un amor entre lo incógnito.

Él se ríe.

—Ahora que lo pienso bien —retoma ella riéndose también— creo que me parece un poco cruel.

La pantalla de ambos emite una breve interferencia. Uno de los gatitos se despereza.

—Creo que me estoy quedando sin datos. Uy, se están despertando estas criaturas.

—Hablemos más despacio —tose—. Vuelvo a repetir: si te quedás sin alimento te lo puedo llevar, en cinco minutos estoy ahí.

—No me voy a quedar sin alimento, y dejá de toser que los vas a despertar.

—Perdón, es que me ahogué.

—Estoy viendo las noticias. Parece que esto se está poniendo cada vez más grave. Quieren llamar a los militares ahora.

—Es que hay gente que no entiende.

—A mi ya me está dando un poco de miedo. Estuve escuchando gritos y ruidos todo el día en el edificio.

—Bueno, ahora sí. Si necesitás que vaya, voy.

—Lo que quiero ahora es que dejes de toser tanto y tomes un poco de agua.

Él le hace caso y va hasta su cocina. Bebe.

—Ya tomé, no se me va.

—Desde hace cuánto que estás con tos.

—Me levanté así de la siesta. ¡Mirá!

Él agarra el celular y lo lleva hasta el patio de su casa. En el suelo y dispersas hay una docena de mariposas de todo tipo y tamaño de color rojo.

—Eso sí que es raro.

—Viste, son un montón.

De repente se escucha un golpe en la puerta de la casa de ella.

—¿Qué fue eso?

—No sé. La gente anda loca por aquí. Me despertaron a los gatitos.

—¿Sabés qué? Mejor voy para allá.

—No te quiero preocupar. Mirate encima; ya estás todo colorado de tanto toser.

—No importa, en cinco minutos llego.

El teléfono crea de nuevo una interferencia. La llamada se corta. De repente un mensaje de él: “Estoy yendo”.

Ella se acerca a la puerta, se escuchan unos gritos que se pierden. Luego, silencio. Más tranquila se dispone a darles de comer a los cuatro gatitos. En las noticias se ha establecido el toque de queda. Se preocupa. Se acerca a la ventana para ver si llega él. Desde el séptimo piso trata de divisar una remera roja que no encuentra en la desierta calle. ¿Tendré algo para la tos? Se pregunta. Al cerrar la ventana una mariposa roja entra aleteando tambaleante y cae al suelo. Uno de los gatitos se acerca a olerla y estornuda. Mira la hora: ya han pasado cuarenta minutos.

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